sábado, 28 de noviembre de 2009

“El primer día de Ciro Alegría en el colegio San Juan”


Ciro, a sus siete años había venido de muy lejos para poder estudiar en la ciudad de Trujillo, sus padres querían que estudiara en el colegio San Juan, así que Ciro tuvo que venir a la gran ciudad.

El primer día de clase a Ciro, como todo niño, le producía una inquietud, esa inquietud que se apodera de uno, cuando va a la escuela por primera vez. Se preguntaba ¿quién será su profesor?, ¿cómo será su escuela? Así que la noche anterior le fue difícil conciliar el sueño.

Ya en la mañana, se levanto muy temprano, se puso su uniforme, alisto sus útiles, su abuela le preparó su vianda para la hora de recreo y estuvo listo para empezar el camino hacía su colegio. Al llegar a la entrada del Colegio acompañado de su tío, se detuvieron de pronto y su tío le presentó a quien debía ser profesor, César Vallejo. Después de despedirse de su tío, Ciro entró junto con Vallejo, luego pasaron por un pequeño patio donde jugaban muchos niños, y hacia uno de los lados se encontraba el salón. Vallejo le señaló donde se iba a sentar y lo puso en una de las carpetas de la primera fila.

Vallejo llamó a uno de los niños que estaban jugando por ahí y le dijo: “Este es un niño nuevo: llévalo a jugar”. Entonces se marchó y vinieron otros chicos, todos los cuales se pusieron a mirarlo curiosamente, sonriendo. "¡Serrano chaposo!", comentó uno viendo sus mejillas coloradas, pues los habitantes de la costa tienen generalmente la cara pálida. Los demás se echaron a reír. Lo chicos lo dejaron para seguir correteando y jugando. Él estaba muy azorado y el bullicio que armaban todos le aturdía, así que Ciro camino al azar como conociendo su colegio.

Sonó la campana y Ciro, no sabía como volver a su salón, Vallejo se dio cuenta de su ausencia, así que se puso a buscarlo de salón en salón. Cuando llegaron al salón Ciro se sentó en su carpeta y Vallejo empezó su clase de Geografía “La tierra”.

Ciro se encontraba maravillado, tanto de que este mundo en el cúal vivimos fuera redondo y girara sobre sí mismo, como de lo mucho que sabía su profesor.

En el recreo, Ciro saco su vianda y se puso a comer con su compañero de carpeta, esta sensación de amistad le agrado, ya que en donde antes vivía no había muchos amigos de su edad con quien pasar el tiempo.

De nuevo en el salón. Era hora de estudio. La clase ahora era de lectura y había que repasar la lección. Vallejo lo llamó junto a él y abrió su libro en la sección de Pato. Ciro dijo: “Ya pasé Pato hace tiempo. También Rosita y Pepito. Yo sé todo ese libro”. Vallejo le miró inquisitivamente y le dijo: “¿Sabes también escribir?” Su respuesta fue afirmativa, y le pidió que escribiera su nombre y después el suyo. Ciro por un momento dudó entre la b labial y la otra para escribir su apellido, pero tuvo suerte y lo escribió bien. Vallejo después le preguntó: “Y si sabes leer y escribir, ¿por qué te han puesto en primer año?” Ciro respondió: “Porque no sé otras cosas”.

Entonces Vallejo le dijo que fuera a sentarse. Ciro Trato de conversar con su compañero de banco ahora ya su amigo, quien le cuchicheó que estaba prohibido hablar durante la hora de estudio. Toda la clase estuvo interesante, y Ciro todavía no terminaba de admirarse del conocimiento que se impartía en las aulas.

Sonó la campana, horario de salida, todos los muchachos comenzaron a cuchichear y a emocionarse por que era hora de regresar a sus casas. A la salida Ciro fue conversando con su nuevo amigo, se despidió y emprendió el camino a casa al lado de su tío que había venido a recogerlo.

En el camino su tío le hizo una pregunta: “¿y Ciro te ha gustado tu colegio?” a lo que Ciro asintió estando emocionado por regresar mañana.

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